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viernes, 4 de diciembre de 2015

Hablemos de Arte



Felipe II, gran admirador del Bosco, cada vez que desplegaba el tríptico “El Jardín de las Delicias” en El Escorial se emocionaba. A los aficionados cuando se abre la puerta de chiqueros nos ocurre lo mismo. “El Jardín  de las Delicias”, obra repleta de simbolismos, cerrado, muestra en su parte exterior el tercer día de la creación. Vemos un globo terráqueo transparente donde únicamente hay vegetales y minerales, ni personas ni animales, en tonos grises. Falta el sol, los animales, y el hombre, el rey de la creación.

 
 En su interior, ya abierto, con Adam y Eva frente al Creador, asistimos a un universo colorista donde conviven todo tipo de criaturas. El ruedo, con la puerta de chiqueros cerrada, es un espacio vacío, sin vida, inerte, preparado para recibir al rey de la fiesta, el toro bravo. Cuando este sale todo cambia. El albero se llena de vida, de emociones, de embestidas y acometidas, y de colores brillantes gracias a los trajes del torero y su cuadrilla.


José Vega, historiador del arte y miembro de la plataforma por la diversidad de encastes, además de colaborador  de este portal y del programa radiofónico “El albero”, cerró el pasado sábado el ciclo de conferencias de la Peña Taurina El Quite con una brillante y documentada conferencia en la cual analizaba la lidia a través de las obras maestras del Arte.

Para José Vega la plaza de toros, como ocurría en la Edad Media con las luminosas catedrales góticas, son lugares de peregrinación donde los fieles, ahora los aficionados, acudimos en busca de belleza, de luz, de arte.  Las plazas de toros también son museos. En todos los cosos se practica la Tauromaquia, un bien inmaterial de carácter cultural que debemos proteger, pero además este arte las plazas lo conservan,  comunican, y transmiten al pueblo sin barreras.

 

                La plaza de tientas también es el taller del artista. Un lugar de creación. En ella el ganadero realiza ensayos, pruebas, trabaja con un material en blanco como es su ganadería, con la cual el torero, relajado y sin la presión del público, ensaya las suertes que después ejecutará con maestría en la plaza.


                Sorprendió el madrileño José Vega al público asistente las comparaciones entre la técnica y la tauromaquia de algunos toreros con grandes maestros del Arte. Así, es posible adivinar al Greco en Miguel Ángel Perera. “La forma de torear de Perera nos lleva a recordar las líneas de las figuras del pintor cretense sobretodo en sus grandiosos Cristos. Igual que otros muchos toreros han optado por el naturalismo, por la cadencia, Miguel Ángel se ha decantado por un torero donde se presiente la pureza de las líneas ideales y geométricas.” 


                El exceso de preocupación del Juli por un toreo clásico, de poder y mando, suprimiendo artificios puede hacer caerlo en la simplicidad, dejando fuera la emoción, como le paso a Caravaggio, que buscaba un naturalismo excesivo en composiciones muchas veces forzosas. Es indiscutible que ambos son unos genios en su Arte pero afirma José Vega que si “a Caravaggio le descolgaron muchas obras de arte de los altares en el siglo XVIII por la excesiva realidad, El Juli en el XX, puede caer en la monotonía por dar primacía a la ejecución y dejar a un lado el sentimiento”.


                Jose María Manzanares no es un torero rotundo, podemos calificarlo de torero “ventajista” de cintura para abajo, pero sus faenas, para José Vega “aspiran, al igual que las arquitecturas de Borromini, al derrumbamiento de los fundamentos mismo de la forma y sus métodos clásicos de representación. El arte que nos deja un muletazo del alicantino nos traslada a una incondicional libertad fantástica, de cintura para arriba, algo que en la época del seicento fue criticado en la arquitectura borrominilesca y calificada incluso como bizarra.” El arte de Jose María Manzanares suele expresarse con sus brazos en formas naturales estéticamente imposibles pero realizables por su virtuosismo estético.


                Morante de la Puebla puede ser el equivalente a Miguel Ángel Buonaroti, el artista más completo de la Historia, y ambos concordantes en lo que se refiere a su carácter. Además de ser los dos unos tímidos natos,  parecen buscar la soledad, la melancolía o la tristeza (aparente). Un lance de Morante,  por su calidad, por su hondura, por romper barreras y límites, es equiparable a una pincelada de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina.


                “El trazo –en palabras de José Vega-  es el primer elemento constitutivo del valor de las faenas de Alejandro Talavante. El trazo de cada muletazo era un reflexión filosófica puesto que, al igual que para cualquier genio de la pintura una pincelada, para  un aficionado a los toros, un natural como los que receta Talavante, puede dar origen a todo un mundo. En Talavante podemos ver al calígrafo y pintor chino Shi-Tao para quien la muñeca vacía no significa de ninguna manera una mano sin fuerza cuando el pintor sostiene el pincel. Por el contario, es el resultado de una gran concentración, de lo Pleno llevado a su extremo. El pintor no debe comenzar a pintar hasta que lo Pleno de su mano llegue a su punto culminante y ceda de repente su lugar al Vacío”. Perfecta definición del toreo al natural.


                Diego Urdiales es para José Vega, de los pocos toreros “que realiza el toreo como lo tengo en mente desde que me aficioné a este Santo Veneno. Para ello, mi parangón se basa en la faena de Diego a “Sevillanito” de Adolfo Martín el 5 de Octubre de 2014. Y ¿cómo y con quien comparar a Diego? Pues con otro revolucionario del arte como lo fue Masaccio, el pintor italiano que revolucionó el arte de la pintura allá en el siglo XV en los comienzos del Renacimiento”. Masaccio a comienzos del Renacimiento, y Diego Urdiales a comienzos del XXI, con la Tauromaquia plana y decadente amenaza con imponerse, aportan esperanza y son el preámbulo una nueva etapa brillante. Dos revolucionarios.


                Por otro lado, determinadas figuras pudieron estar perfectamente enmarcadas en una corriente artística de cualquier época. José Miguel Arroyo “Joselito”  es la sobriedad fruto de la evolución, degeneración de un estilo clásico motivado por las ansías de libertad. Joselito rompe la monotonía que en estaba inmersa la Tauromaquia en el último tercio del siglo XX. “El anhelo de libertad le impulsó a modificar los cánones, y permitió alterar no sólo las formas, sino la misma composición de relajo tan característica en él, como si un afán de  de travesura o de rebeldía surgiese en su pensamiento delante del toro”. Es una Tauromaquia más vital. Joselito representa el Barroco, arte bizarro, excesivo, repleto de fantasía y espectacularidad, que surge como evolución frente a la monotonía y agotamiento de los clásicos en el siglo XVII.


En una sociedad excesivamente academicista, como era la sociedad británica del siglo XIX, surgieron los Prerrafaelitas. Este grupo pintores, frente al arte vacuo y vacío reinante en ese momento, propugnaban una vuelta los primitivos italianos y flamencos, anteriores a Rafael, buscando su gama cromática y su luminosidad. Este arte lo consideraban más auténtico. La última etapa de la carrera de Esplá representante este movimiento a la perfección. El alicantino buscó en tauromaquias antiguas resucitando un lenguaje primitivo, más sincero, auténtico, donde se primaba el oficio, propugnando un regreso al detalle en la dirección de todos los ámbitos de la lidia.


Lo expuesto hasta aquí es sólo una muestra de la brillante, culta, poco convencional,  pero de gran calidad, de la conferencia que tuvimos oportunidad de degustar el pasado sábado en Logroño. Imposible resumirla en una líneas. José Vega trasmitió su pasión por el arte y la tauromaquia, la misma pasión que le lleva a ver al general español Ambrosio de Spinola, vencedor en Breda, en un alguacilillo  o a Carlos V en un picador. Diferente. ¡Enhorabunea!