Nuestra protagonista acaba de cumplir 15 años. Ha visto a su abuela
despedazar cerdos. Conoce el significado de la palabra matanza y adora
los chorizos caseros hechos aprovechando los fríos de febrero. Sabe que
hay que encender una hoguera cuando no se curan como Dios manda. Valora
los huevos que ponen las gallinas del patio de su casa. Tienen otro
sabor. Los pollos criados con mimo en el mismo corral también tienen un
olor y sabor especial. Diferente. Su familia no la forman ecologistas
antisistema. Son gente normal que respetan los animales y asumen con
naturalidad una de las pasiones de la benjamina de la familia, los
toros. Para muchos una "rara avis", nuestra heroína es una joven
aficionada de 15 años. En su entorno nadie la juzga. Simplemente le han
trasmitido nuestra cultura popular. Tenemos la obligación de enseñar a
nuestros hijos, sobrinos, y nietos, sus tradiciones, sus raíces. En La
Rioja de toda la vida asamos las chuletas al sarmiento, bebemos clarete,
en fiestas elaboramos zurracapote, y el que quiere va a los toros o la
pelota.
El pasado jueves fue al chamizo que comparte con su cuadrilla y encendió el televisor para ver la corrida. Ella sola. Poco después llegaron dos amigos suyos, dos chicos, y se sumaron. Ni fu ni fa. El espectáculo les era indiferente pero respetaron su decisión. Al rato, mientras Ponce daba una lección de maestría en el cuarto, aparecieron sus amigas. Se quedaron perplejas. La increparon y una de ellas se puso a llorar. Nuestra heroína se levantó, apagó el televisor y se fue a su casa donde continuó viendo el festejo.
Este año tiene claro que quiere sacarse el abono para la Feria de San
Mateo de Logroño de nuevo. Conoce y distingue a El Juli o Enrique Ponce.
En su habitación, color rosa, entre otros muchos recuerdos, hay una
foto firmada por Diego Urdiales al lado de una entrada para ver a
Melendi. El pasado Domingo de Ramos acudió por primera vez a Las Ventas.
Fandiño colgó el no ha billetes. Nuestra niña-mujer alucinó si bien le
hubiera gustado que saliese a hombros. Tiene un sueño: ir a Francia a
los toros.
Por su cumpleaños le he regalado un litografía de Las Ventas. Sonrió. Entonces comprendí que los aficionados, pese a toreros ventajistas, empresarios ruines, o ganaderos mercantilistas, tenemos la obligación de conservar y preservar la fiesta de los toros y sus valores. Sería imperdonable privar a generaciones venideras de su cultura. En septiembre tendré el privilegio de sentarme junto ella en la plaza de La Ribera de Logroño. Mientras ella vaya hay esperanza.