Felipe II, gran
admirador del Bosco, cada vez que desplegaba el tríptico “El Jardín de las
Delicias” en El Escorial se emocionaba. A los aficionados cuando se abre la
puerta de chiqueros nos ocurre lo mismo. “El Jardín de las Delicias”, obra repleta de simbolismos,
cerrado, muestra en su parte exterior el tercer día de la creación. Vemos un
globo terráqueo transparente donde únicamente hay vegetales y minerales, ni
personas ni animales, en tonos grises. Falta el sol, los animales, y el hombre,
el rey de la creación.
En su interior, ya abierto, con Adam y Eva frente al
Creador, asistimos a un universo colorista donde conviven todo tipo de
criaturas. El ruedo, con la puerta de chiqueros cerrada, es un espacio vacío,
sin vida, inerte, preparado para recibir al rey de la fiesta, el toro bravo.
Cuando este sale todo cambia. El albero se llena de vida, de emociones, de
embestidas y acometidas, y de colores brillantes gracias a los trajes del
torero y su cuadrilla.
José Vega,
historiador del arte y miembro de la plataforma por la diversidad de encastes,
además de colaborador de este portal y
del programa radiofónico “El albero”, cerró el pasado sábado el ciclo de
conferencias de la Peña Taurina El Quite con una brillante y documentada
conferencia en la cual analizaba la lidia a través de las obras maestras del
Arte.
Para José Vega
la plaza de toros, como ocurría en la Edad Media con las luminosas
catedrales góticas, son lugares de peregrinación donde los fieles, ahora los
aficionados, acudimos en busca de belleza, de luz, de arte. Las plazas de toros también son museos. En
todos los cosos se practica la Tauromaquia, un bien inmaterial de carácter
cultural que debemos proteger, pero además este arte las plazas lo conservan, comunican, y transmiten al pueblo sin barreras.
La plaza de tientas también es el
taller del artista. Un lugar de creación. En ella el ganadero realiza ensayos,
pruebas, trabaja con un material en blanco como es su ganadería, con la cual el
torero, relajado y sin la presión del público, ensaya las suertes que después
ejecutará con maestría en la plaza.
Sorprendió
el madrileño José Vega al público asistente las comparaciones entre la técnica
y la tauromaquia de algunos toreros con grandes maestros del Arte. Así, es
posible adivinar al Greco en Miguel Ángel
Perera. “La forma de torear de Perera nos lleva a recordar las líneas de
las figuras del pintor cretense sobretodo en sus grandiosos Cristos. Igual que
otros muchos toreros han optado por el naturalismo, por la cadencia, Miguel
Ángel se ha decantado por un torero donde se presiente la pureza de las líneas
ideales y geométricas.”
El
exceso de preocupación del Juli por
un toreo clásico, de poder y mando, suprimiendo artificios puede hacer caerlo en
la simplicidad, dejando fuera la emoción, como le paso a Caravaggio, que
buscaba un naturalismo excesivo en composiciones muchas veces forzosas. Es
indiscutible que ambos son unos genios en su Arte pero afirma José Vega que si
“a Caravaggio le descolgaron muchas obras de arte de los altares en el siglo
XVIII por la excesiva realidad, El Juli en el XX, puede caer en la monotonía
por dar primacía a la ejecución y dejar a un lado el sentimiento”.
Jose María Manzanares no es un torero
rotundo, podemos calificarlo de torero “ventajista” de cintura para abajo, pero
sus faenas, para José Vega “aspiran, al igual que las arquitecturas de
Borromini, al derrumbamiento de los fundamentos mismo de la forma y sus métodos
clásicos de representación. El arte que nos deja un muletazo del alicantino nos
traslada a una incondicional libertad fantástica, de cintura para arriba, algo
que en la época del seicento fue criticado en la arquitectura borrominilesca y
calificada incluso como bizarra.” El arte de Jose María Manzanares suele expresarse
con sus brazos en formas naturales estéticamente imposibles pero realizables
por su virtuosismo estético.
Morante de la Puebla puede ser el
equivalente a Miguel Ángel Buonaroti, el artista más completo de la Historia, y
ambos concordantes en lo que se refiere a su carácter. Además de ser los dos
unos tímidos natos, parecen buscar la
soledad, la melancolía o la tristeza (aparente). Un lance de Morante, por su calidad, por su hondura, por romper
barreras y límites, es equiparable a una pincelada de Miguel Ángel en la
Capilla Sixtina.
“El
trazo –en palabras de José Vega- es el
primer elemento constitutivo del valor de las faenas de Alejandro Talavante. El trazo de cada muletazo era un reflexión
filosófica puesto que, al igual que para cualquier genio de la pintura una
pincelada, para un aficionado a los
toros, un natural como los que receta Talavante, puede dar origen a todo un
mundo. En Talavante podemos ver al calígrafo y pintor chino Shi-Tao para quien
la muñeca vacía no significa de ninguna manera una mano sin fuerza cuando el pintor
sostiene el pincel. Por el contario, es el resultado de una gran concentración,
de lo Pleno llevado a su extremo. El pintor no debe comenzar a pintar hasta que
lo Pleno de su mano llegue a su punto culminante y ceda de repente su lugar al
Vacío”. Perfecta definición del toreo al natural.
Diego Urdiales es para José Vega, de
los pocos toreros “que realiza el toreo como lo tengo en mente desde que me
aficioné a este Santo Veneno. Para ello, mi parangón se basa en la faena de
Diego a “Sevillanito” de Adolfo Martín el 5 de Octubre de 2014. Y ¿cómo y con
quien comparar a Diego? Pues con otro revolucionario del arte como lo fue Masaccio,
el pintor italiano que revolucionó el arte de la pintura allá en el siglo XV en
los comienzos del Renacimiento”. Masaccio a comienzos del Renacimiento, y Diego
Urdiales a comienzos del XXI, con la Tauromaquia plana y decadente amenaza con
imponerse, aportan esperanza y son el preámbulo una nueva etapa brillante. Dos
revolucionarios.
Por
otro lado, determinadas figuras pudieron estar perfectamente enmarcadas en una
corriente artística de cualquier época. José
Miguel Arroyo “Joselito” es la
sobriedad fruto de la evolución, degeneración de un estilo clásico motivado por
las ansías de libertad. Joselito rompe la monotonía que en estaba inmersa la
Tauromaquia en el último tercio del siglo XX. “El anhelo de libertad le impulsó
a modificar los cánones, y permitió alterar no sólo las formas, sino la misma
composición de relajo tan característica en él, como si un afán de de travesura o de rebeldía surgiese en su
pensamiento delante del toro”. Es una Tauromaquia más vital. Joselito
representa el Barroco, arte bizarro, excesivo, repleto de fantasía y
espectacularidad, que surge como evolución frente a la monotonía y agotamiento
de los clásicos en el siglo XVII.
En una
sociedad excesivamente academicista, como era la sociedad británica del siglo
XIX, surgieron los Prerrafaelitas. Este grupo pintores, frente al arte vacuo y
vacío reinante en ese momento, propugnaban una vuelta los primitivos italianos
y flamencos, anteriores a Rafael, buscando su gama cromática y su luminosidad.
Este arte lo consideraban más auténtico. La última etapa de la carrera de Esplá representante este movimiento a
la perfección. El alicantino buscó en tauromaquias antiguas resucitando un
lenguaje primitivo, más sincero, auténtico, donde se primaba el oficio,
propugnando un regreso al detalle en la dirección de todos los ámbitos de la
lidia.
Lo expuesto
hasta aquí es sólo una muestra de la brillante, culta, poco convencional, pero de gran calidad, de la conferencia que
tuvimos oportunidad de degustar el pasado sábado en Logroño. Imposible
resumirla en una líneas. José Vega trasmitió su pasión por el arte y la
tauromaquia, la misma pasión que le lleva a ver al general español Ambrosio de
Spinola, vencedor en Breda, en un alguacilillo o a Carlos V en un picador. Diferente.
¡Enhorabunea!