lunes, 28 de diciembre de 2015
domingo, 27 de diciembre de 2015
El cine que quiero
Tras ver "Palmeras en la nieve" podemos extraer dos conclusiones. La primera es muy clara. Con el apoyo de las televisiones privadas en este país está naciendo una pequeña industria cinematográfica capaz de elaborar productos de manufactura impecable aptos para competir en cualquier mercado. La segunda, estamos empezando a perder los complejos sobre nuestro pasado.
"Palmeras en la nieve" nos traslada a la actual Guinea Ecuatorial, antigüa Guinea Española, concretamente a la isla de Fernando Poo, durante los últimos años del periodo colonial. Siento reconocer que nadie me explicó este parte de nuestra Historia, y además, estoy seguro, que la mayoría de los espectadores que ayer abarrotaban la sala desconocían que el Español es uno de los idiomas oficiales de Guinea Ecuatorial. Lo dominan el 90% de sus habitantes.
Nuestra Historia, apasionante, debe ser una fuente de inspiración para el cine y ahí Palmeras marca el camino a seguir. Me gustaría ir al cine y que me contasen la Marcha Verde, historias de amor imposible entre judíos y cristianos en el Toledo medieval, el cerco de Numancia, los devaneos amorosos de los bravos tercios españoles en Italia, las orgías de los Borgia, los asesinatos del clan familiar de los Trastámara, o nuestro pasado colonial en Hispanoamérica, sin olvidar la Córdoba del califato o los míticos tartesos. Un mirada al pasado, sin rencor. Nuestros vecinos llevan años haciéndolo, basta con ver la francesa Indochina, sin hablar de La India, cuya época colonial ha sido llevada al cine en múltiples ocasiones.
Desde un punto de vista cinematogŕafico "Palmeras en la nieve" es perfecta. Hay un enorme esfuerzo de producción que se traduce en una dirección artística brillante. Pese a su larga duración, casi tres horas, la película consigue mantener la emoción sin decaer en ningún momento. El elenco interpretativo está a la altura, con una única excepción, Mario Casas. Inexpresivo, no comprendo su elección para dar vida al protagonista salvo por razones comerciales. Por momentos lastra la película pero ahí aparece la belleza de Berta Vázquez y su fotogenia traspasa la pantalla. Destacar también Alain Hernández, necesita más papeles en el cine, Macarena García, pura fotogenia, Daniel Grao, el próximo chico Almodovar, o la gran Adriana Azores. El casting se completa con ilustres veteranos como Emilio Gutierrez Caba, Celso Bugallo o Petra Martínez, cuya mirada final, que cierra la historia es, sencillamente, maravillosa.
Estamos, por tanto, ante un film muy recomendable. Un producto de gran factura, con amores imposibles incluidos, escenarios paradisiacos, y un cierto tono épico apto para todo tipo de público. Fernández Molina, sin grandes alaracas, conseguirá otro enorme éxito de taquilla. "Palmeras en la nieve" representa el cine que quiero. Grandes historias que entretienen, con aromas de cine clásico. Durante casi tres horas me he olvidado del mundo exterior. Merece la pena.
Estamos, por tanto, ante un film muy recomendable. Un producto de gran factura, con amores imposibles incluidos, escenarios paradisiacos, y un cierto tono épico apto para todo tipo de público. Fernández Molina, sin grandes alaracas, conseguirá otro enorme éxito de taquilla. "Palmeras en la nieve" representa el cine que quiero. Grandes historias que entretienen, con aromas de cine clásico. Durante casi tres horas me he olvidado del mundo exterior. Merece la pena.
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viernes, 25 de diciembre de 2015
Gloriosa novia.
"La novia" no es solo una de las películas del año. Es mucho más. Es la confirmación que Paula Ortiz es ya, pese a su breve filmografía, un puntal del cine español. Solo una gran creadora puede poner en imágenes el universo lorquiano.
Una de las asignaturas pendientes del cine patrio, y tiene delito el asunto, es no haber sabido adaptar a la gran pantalla a nuestros clásicos. Tenemos una deuda pendiente con Lope de Vega, Calderón de la Barca, Cervantes, Fernando Rojas, Galdos, Bécquer, o Blasco Ibáñez entre otros. Con Federico García Lorca, al menos, y gracias a Paula Ortiz, la deuda está saldada.
Todas y cada una de las claves del mundo lorquiano están presentes y traducidas en una sucesión de fotogramas de gran fuerza y belleza. El amor desbocado, una pasión irrefrenable, llegando a lomos de un caballo negro, y con él la muerte. El jinete es un macho irresistible, una fuerza de la naturaleza capaz de arrastrar al vacío a una niña, a un mujer, a una novia que renuncia a todos y todo.
Inma Cuesta, poseedora de uno de los rostros mas bellos del panorama actual, es, a priori la reina de la función. Méritos acumula y el Goya a la mejor actriz lo tiene en el bolsillo. Sólo tiene un punto débil, su dicción. No debe ser fácil dar vida los versos de Lorca.Ahí surgen Asier Etxendia y Luisa Gavasa. Etxendia interpreta con la mirada, con cada gesto, pero también recita a la perfección, gracias a lo cual los versos y rimas del granadino toman vida. Hace unos años me enamoró con su maestro de ceremonias en el musical "Cabaret" y desde entonces le sigo la pista. Artista total, canta y baila a la perfección, como demostró con "El intérprete". Es, sin duda, uno de los talentos a reivindicar en nuestro cine. Luisa Gavasa, actriz aragonesa desconocida para el gran público, imparte un master class. En su caso sobran las palabras.
El trío protagonista se completa con Alex García. Poseedor de un físico rotundo y apto para el papel, pero quizás por pudor suyo o de la propia directora, llegado el momento del encuentro sexual desencadenante de la tragedia, no está a la altura. No sabe convertirse en ese golpe de mar que arrastra a la novia al vacío.
La novia, es, en definitiva, y hasta fecha, el mejor Lorca jamás filmado. Una sucesión de imágenes oníricas de gran fuerza y belleza. Paula Ortiz realiza una película valiente, personal, que el pasado Festival de San Sebastian, de forma incomprensible, relegó fuera de la sección oficial. La concha de plata debería haber sido suya. Desde aquí sugiero a la directora aragonesa que siga buceando en nuestros autores y se atreva con "La vida es sueño" o "Don Juan".
La novia, es, en definitiva, y hasta fecha, el mejor Lorca jamás filmado. Una sucesión de imágenes oníricas de gran fuerza y belleza. Paula Ortiz realiza una película valiente, personal, que el pasado Festival de San Sebastian, de forma incomprensible, relegó fuera de la sección oficial. La concha de plata debería haber sido suya. Desde aquí sugiero a la directora aragonesa que siga buceando en nuestros autores y se atreva con "La vida es sueño" o "Don Juan".
viernes, 4 de diciembre de 2015
Hablemos de Arte
Felipe II, gran
admirador del Bosco, cada vez que desplegaba el tríptico “El Jardín de las
Delicias” en El Escorial se emocionaba. A los aficionados cuando se abre la
puerta de chiqueros nos ocurre lo mismo. “El Jardín de las Delicias”, obra repleta de simbolismos,
cerrado, muestra en su parte exterior el tercer día de la creación. Vemos un
globo terráqueo transparente donde únicamente hay vegetales y minerales, ni
personas ni animales, en tonos grises. Falta el sol, los animales, y el hombre,
el rey de la creación.
En su interior, ya abierto, con Adam y Eva frente al
Creador, asistimos a un universo colorista donde conviven todo tipo de
criaturas. El ruedo, con la puerta de chiqueros cerrada, es un espacio vacío,
sin vida, inerte, preparado para recibir al rey de la fiesta, el toro bravo.
Cuando este sale todo cambia. El albero se llena de vida, de emociones, de
embestidas y acometidas, y de colores brillantes gracias a los trajes del
torero y su cuadrilla.
José Vega,
historiador del arte y miembro de la plataforma por la diversidad de encastes,
además de colaborador de este portal y
del programa radiofónico “El albero”, cerró el pasado sábado el ciclo de
conferencias de la Peña Taurina El Quite con una brillante y documentada
conferencia en la cual analizaba la lidia a través de las obras maestras del
Arte.
Para José Vega
la plaza de toros, como ocurría en la Edad Media con las luminosas
catedrales góticas, son lugares de peregrinación donde los fieles, ahora los
aficionados, acudimos en busca de belleza, de luz, de arte. Las plazas de toros también son museos. En
todos los cosos se practica la Tauromaquia, un bien inmaterial de carácter
cultural que debemos proteger, pero además este arte las plazas lo conservan, comunican, y transmiten al pueblo sin barreras.
La plaza de tientas también es el
taller del artista. Un lugar de creación. En ella el ganadero realiza ensayos,
pruebas, trabaja con un material en blanco como es su ganadería, con la cual el
torero, relajado y sin la presión del público, ensaya las suertes que después
ejecutará con maestría en la plaza.
Sorprendió
el madrileño José Vega al público asistente las comparaciones entre la técnica
y la tauromaquia de algunos toreros con grandes maestros del Arte. Así, es
posible adivinar al Greco en Miguel Ángel
Perera. “La forma de torear de Perera nos lleva a recordar las líneas de
las figuras del pintor cretense sobretodo en sus grandiosos Cristos. Igual que
otros muchos toreros han optado por el naturalismo, por la cadencia, Miguel
Ángel se ha decantado por un torero donde se presiente la pureza de las líneas
ideales y geométricas.”
El
exceso de preocupación del Juli por
un toreo clásico, de poder y mando, suprimiendo artificios puede hacer caerlo en
la simplicidad, dejando fuera la emoción, como le paso a Caravaggio, que
buscaba un naturalismo excesivo en composiciones muchas veces forzosas. Es
indiscutible que ambos son unos genios en su Arte pero afirma José Vega que si
“a Caravaggio le descolgaron muchas obras de arte de los altares en el siglo
XVIII por la excesiva realidad, El Juli en el XX, puede caer en la monotonía
por dar primacía a la ejecución y dejar a un lado el sentimiento”.
Jose María Manzanares no es un torero
rotundo, podemos calificarlo de torero “ventajista” de cintura para abajo, pero
sus faenas, para José Vega “aspiran, al igual que las arquitecturas de
Borromini, al derrumbamiento de los fundamentos mismo de la forma y sus métodos
clásicos de representación. El arte que nos deja un muletazo del alicantino nos
traslada a una incondicional libertad fantástica, de cintura para arriba, algo
que en la época del seicento fue criticado en la arquitectura borrominilesca y
calificada incluso como bizarra.” El arte de Jose María Manzanares suele expresarse
con sus brazos en formas naturales estéticamente imposibles pero realizables
por su virtuosismo estético.
Morante de la Puebla puede ser el
equivalente a Miguel Ángel Buonaroti, el artista más completo de la Historia, y
ambos concordantes en lo que se refiere a su carácter. Además de ser los dos
unos tímidos natos, parecen buscar la
soledad, la melancolía o la tristeza (aparente). Un lance de Morante, por su calidad, por su hondura, por romper
barreras y límites, es equiparable a una pincelada de Miguel Ángel en la
Capilla Sixtina.
“El
trazo –en palabras de José Vega- es el
primer elemento constitutivo del valor de las faenas de Alejandro Talavante. El trazo de cada muletazo era un reflexión
filosófica puesto que, al igual que para cualquier genio de la pintura una
pincelada, para un aficionado a los
toros, un natural como los que receta Talavante, puede dar origen a todo un
mundo. En Talavante podemos ver al calígrafo y pintor chino Shi-Tao para quien
la muñeca vacía no significa de ninguna manera una mano sin fuerza cuando el pintor
sostiene el pincel. Por el contario, es el resultado de una gran concentración,
de lo Pleno llevado a su extremo. El pintor no debe comenzar a pintar hasta que
lo Pleno de su mano llegue a su punto culminante y ceda de repente su lugar al
Vacío”. Perfecta definición del toreo al natural.
Diego Urdiales es para José Vega, de
los pocos toreros “que realiza el toreo como lo tengo en mente desde que me
aficioné a este Santo Veneno. Para ello, mi parangón se basa en la faena de
Diego a “Sevillanito” de Adolfo Martín el 5 de Octubre de 2014. Y ¿cómo y con
quien comparar a Diego? Pues con otro revolucionario del arte como lo fue Masaccio,
el pintor italiano que revolucionó el arte de la pintura allá en el siglo XV en
los comienzos del Renacimiento”. Masaccio a comienzos del Renacimiento, y Diego
Urdiales a comienzos del XXI, con la Tauromaquia plana y decadente amenaza con
imponerse, aportan esperanza y son el preámbulo una nueva etapa brillante. Dos
revolucionarios.
Por
otro lado, determinadas figuras pudieron estar perfectamente enmarcadas en una
corriente artística de cualquier época. José
Miguel Arroyo “Joselito” es la
sobriedad fruto de la evolución, degeneración de un estilo clásico motivado por
las ansías de libertad. Joselito rompe la monotonía que en estaba inmersa la
Tauromaquia en el último tercio del siglo XX. “El anhelo de libertad le impulsó
a modificar los cánones, y permitió alterar no sólo las formas, sino la misma
composición de relajo tan característica en él, como si un afán de de travesura o de rebeldía surgiese en su
pensamiento delante del toro”. Es una Tauromaquia más vital. Joselito
representa el Barroco, arte bizarro, excesivo, repleto de fantasía y
espectacularidad, que surge como evolución frente a la monotonía y agotamiento
de los clásicos en el siglo XVII.
En una
sociedad excesivamente academicista, como era la sociedad británica del siglo
XIX, surgieron los Prerrafaelitas. Este grupo pintores, frente al arte vacuo y
vacío reinante en ese momento, propugnaban una vuelta los primitivos italianos
y flamencos, anteriores a Rafael, buscando su gama cromática y su luminosidad.
Este arte lo consideraban más auténtico. La última etapa de la carrera de Esplá representante este movimiento a
la perfección. El alicantino buscó en tauromaquias antiguas resucitando un
lenguaje primitivo, más sincero, auténtico, donde se primaba el oficio,
propugnando un regreso al detalle en la dirección de todos los ámbitos de la
lidia.
Lo expuesto
hasta aquí es sólo una muestra de la brillante, culta, poco convencional, pero de gran calidad, de la conferencia que
tuvimos oportunidad de degustar el pasado sábado en Logroño. Imposible
resumirla en una líneas. José Vega trasmitió su pasión por el arte y la
tauromaquia, la misma pasión que le lleva a ver al general español Ambrosio de
Spinola, vencedor en Breda, en un alguacilillo o a Carlos V en un picador. Diferente.
¡Enhorabunea!
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