domingo, 16 de agosto de 2015

Hablemos de toros

–Si algún día el español fuere o no fuere a los toros con el mismo talante con que va o no va al cine, en los Pirineos habría que poner este sentido epitafio: “Aquí yace Tauridia”. Es decir, España. Enrique Tierno Galván .


 


En los últimos tiempos han arreciado las voces contra la tauromaquia tachándola de cruel y sanguinaria. Nada nuevo bajo el sol. Siempre han existido detractores de este tipo de festejos. Los toros incluso fueron prohibidos en varios momentos, especialmente en el siglo XVIII con la llegada de la dinastía Borbón. Pretendían “ilustrar” España. Ministros, como el Conde de Arana, promulgaban una nueva moral, y sostenían que las corridas de toros favorecían el absentismo laboral, daban una mala imagen de España, y encarecían la carne. Las prohibiciones, varias, fueron derogadas una tras otra y la tauromaquia se afianzó.

En la actualidad se nos presentan las corridas de toros como el último eslabón de una cultura, la española, que disfruta con la tortura y la sangre. Falso. Basta con repasar nuestra historia, que dicho sea de paso es una gran desconocida, para desmontar tal razonamiento. Los españoles no somos un pueblo violento, o al menos no más que nuestros vecinos del norte de Europa, que también quemaron unas cuantas brujas en la Edad Media. Tampoco hay que olvidar que mientras holandeses y británicos exterminaron a cuantos indios encontraron en su camino, los españoles tuvimos a Fray Bartolomé de las Casas, por ejemplo. Nos guste o no los toros forman parte del ADN de nuestro país, España, y de su cultura. Enrique Tierno Galván, el viejo profesor y el mejor alcalde de Madrid, siempre lo tuvo claro y lo reflejó en su ensayo “los toros acontecimiento nacional”. Espero y deseo que Carmena lo tenga en su mesilla de noche.




Con 41 años soy presidente de la Asociación Cultural Peña Taurina El Quite de Logroño. La tauromaquia es una de mis pasiones y en los últimos años he soportado de forma estoica insultos y reproches por ello. Me han tachado de asesino, nazi, o sanguinario. ¡Vete a Auschwitz! También me han llamado franquista. Nunca he respondido a estos insultos ni lo haré. Creo firmemente que sus autores se autorretratan por sí solos cuando vociferan en los aledaños de las plazas de toros. Sólo son falsos profetas.

Lo que no soporto es que se mienta en asuntos económicos. Decir que los toros se subvencionan en vez de ayudar a desempleados a pagar la factura de la luz es de un populismo tan simple como peligroso. ¿Y los datos?

En los Presupuestos Generales del Estado no hay un solo euro destinado a subvencionar festejos taurinos, al contrario, las corridas de toros son el espectáculo cultural que más recauda vía IVA. Juan Medina, profesor de la Universidad de Extremadura defiende que la Tauromaquia es un generador de riqueza. Sostiene que “los toros son un acontecimiento que convoca a millones de espectadores y son además un sector económicamente relevante, que no se sostiene gracias a las subvenciones sino que se apoya en una oferta y una demanda de gran alcance”.


 


Este economista aporta varios ejemplos del ejercicio 2011. “En Gijón, la Feria Taurina tiene prácticamente la misma asistencia que el Festival de Cine, si bien el segundo recibe cerca de 300.000€ de subvención. En Granada, el Festival Retroback de Cine reúne a 10.000 personas y recibe 100.000 euros. En comparación, la Feria Taurina convoca a más de 55.000 espectadores. En Huelva, el Festival de Cine cita a 30.395 personas y la Feria Taurina a 23.400, si bien el primer evento se lleva subsidios por valor de 180.000 euros. En Málaga, el Festival de Cine concita la asistencia de casi 44.000 personas frente a las cerca de 80.000 que acuden a los toros en La Malagueta. Sin embargo, el ciclo de cine se lleva 2,4 millones de euros de subvención. En San Sebastián, la Feria Taurina de 2011 reunió a 31.000 personas. Es cierto que el Festival llegó a 158.000… pero el subsidio otorgado alcanzó los dos millones de euros. En Barcelona, el Festival de Cine de Sitges convoca a casi 64.000 espectadores, muy por debajo de los 114.000 que se dieron cita en La Monumental durante la temporada 2011. El ciclo de cine se llevó subsidios por 320.000 euros. Por último, en Valladolid vemos que la Feria Taurina reúne a 51.000 personas, cerca de los 55.000 espectadores del Festival de Cine que, sin embargo, se lleva 1,6 millones de euros en subvenciones. Un cuarto de entrada en la Plaza de Toros de Valladolid genera tantos ingresos en taquilla como todo el Festival de Cine de la Seminci.”



A los argumentos económicos aquí expuestos, aunque escueza, debemos añadir los valores ecológicos. En el actualidad, el toro, animal típico del Mediterráneo (Zeus se reencarnó en astado para raptar a su amada Europa) sólo sobrevive en la Península Ibérica gracias a las ganaderías de bravo. Criado en régimen de semilibertad, en estas explotaciones nos encontramos con un ecosistema único, la dehesa. Sin la tauromaquia uno y otro hubiesen desparecido. 


Desmontado el argumento económico, y analizados los aspectos culturales y ecológicos queda lo más importante: mi libertad. Amo las corridas de toros. Me emocionan. Mientras en el cine todo es mentira, en la tauromaquia todo es verdad. No hay trampa. Cada pase, cada lance, es un instante único e irrepetible en el tiempo de belleza efímera. Por tanto, ¿alguien me puede explicar qué derecho tienen a privarme por la fuerza de una parte importante de la cultura que me han trasmitido mis padres y abuelos? ¿En base a qué nos pueden prohibir llevar a nuestros hijos, nietos, o sobrinos a los toros? “Prohibido prohibir” fue uno de los lemas del Mayo del 68. La generación de mis padres buscó arena bajo los adoquines, querían ser realistas y pedir lo imposible. Hoy los aficionados a los toros debemos, frente a nuevos inquisidores que velan por nuestra moral, pedir lo que se antoja imposible: respeto.

 

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